Frida Kahlo versión pirata, con su chaleco de X-Men. Yo con mi botón para activar la maravillosa morfina intravenosa y mamá, la más saludable de las tres.
CAOS = La primera semana después del accidente.
Mi hermana estaba en terapia intensiva en pseudo-coma. Y mientras ella soñaba que la raptaban por que se parecía a Liz Minelli y navegaba en barcos piratas, nosotros en el mundo real moríamos de preocupación.
Después de muchos rayos X se dieron cuenta que mi pelvis estaba muy inestable, así que aún pasando una eternidad en cama, los huesillos nunca iban a soldar bien.
Por cierto, los peores enemigos de una pelvis inestable son: La tos, el hipo y la risa. Por eso desarrollé un mecanismo de defensa slash amargura, con el que amedrentaba a todo aquel que me hiciera reir.
Tristemente si quería volver a caminar sin miedo a desarmarme, tenía que pasar por el quirófano.
La operación me causaba repelus: Dos tornillos incrustados en la parte trasera de mi pelvis (internos), y dos tornillos externos saliendo de la pelvis, con un cinturón/inmovilizador llamado Hoffman Fixator durante las próximas 10 semanas. Al final, ya ni quería saber más sobre los espeluznantes riesgos que corría... siempre lo he dicho, La ignorancia hace la felicidad.
Afortunadamente todo salió bien. Los primeros dos días no me atrevía a ver mis tornillitos. Además con el mínimo roce con cualquier tela, se me ponía toda la piel de gallina. Ahora ya son parte de mí, e incluso me gusta como suena cuando lo golpeo con los dedos como si fueran castañuelas.
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